Tu puerta a otra dimensión

Vengo entrando a mi hogar luego de haber dictado una magna conferencia de 4 horas de duración. Estoy sintiendo la evidencia que muchas veces ya he experimentado pero creo nunca antes compartido en breves líneas. Sé que existen otras dimensiones donde nos podemos meter. Entramos y salimos en ellas. Exactamente igual que en la películas de ciencia ficción. Pero de verdad. De verdad. La que específicamente experimento con frecuencia es el lograr salir de la conciencia del tiempo lineal, para entrar a otra dimensión dónde el tiempo lineal no existe. Una dimensión donde no existe un antes o un después. Existe esa dimensión. Un estado de conciencia donde simplemente eres. “Ser” y nada más. Ahí no se mueve el tiempo ni para atrás ni para adelante, ahí no hay un “vector horizontal” por así llamarlo. Entras a un punto donde si movimiento existiera es solo en un vector vertical, más profundidad o menos, pero tiempo lineal (movimiento horizontal) no.

Creo que eso le pasa a todos los que tienen la dicha de cumplir su misión en esta vida. Como hace algunos días lo comenté, ese cruce que es la dirección donde te encuentras a Dios. El aquí y el ahora. Y cuando te encuentras ahí cumpliendo tu misión, el único posible movimiento es en la vertical que representa el nivel de profundidad a donde llegas. Pero repito, tiempo no hay. Esta experiencia creo que tienes que vivirla algún día. Tienes que. ¿Por qué te digo que “tienes que”? Porque me gustaría que no mueras sin experimentar, aun siendo humano, una dimensión a la que puedes entrar donde ¡no existen ni la culpa ni la preocupación! Una dimensión donde no hay nostalgia ni visualización. Una dimensión donde simple y poderosamente sólo se es. Casi podría afirmar que se detienen todos los procesos bioquímicos propios del envejecimiento del tiempo lineal. Dejas de sentir culpa toda en absoluta y jamás experimentas preocupación de ningún tipo y ni en la más nimia magnitud. Una dimensión donde todo está bien durante todo el tiempo que aquí, es el eterno instante del presente. Así, simplemente estás fundido en plena emoción por existir. No hay nada más que eso.

Al entrar sólo a mi depa, abro la puerta y me encuentro de regreso con todo exactamente como lo dejé al salir hace unas 6 horas. Todo, absolutamente todo exactamente en su lugar. Unos papeles aventados en la mesa de entrada, un saco colgado de fuera cuando estaba eligiendo cuál me combinaría hoy antes de salir, la puerta del mueble del baño abierta con el cepillo tirado ahí encima cuando lo dejé corriendo luego de peinarme, otra puerta de la zapatera abierta… todo exactamente igual… dándome la intensa sensación de apenas haberlo dejado así hace menos de 5 minutos… y ya han pasado 6 horas de que abrí la puerta para salir de aquí y dirigirme a cumplir mi misión. Esta sensación de voltear a ver todos los objetos envueltos en un intenso silencio e impactante quietud, magnifican el asombro de creer que ya han pasado 6 horas luego de haber movido el corazón y mentes de cientos y cientos de personas que terminaron en una ovación de pie y varios con lágrimas en sus ojos de la emoción. El estruendo de los aplausos que parecen nunca acabar contrasta sobrecogedoramente con el absoluto silencio sucedido breves momentos después al entrar a mi depa. Por el momento, solo interrumpe ese silencio el delicado clicear de las teclas mientras escribo estas líneas. Al hacer ciertas pausas, el silencio sigue imponiéndose arropándome y acariciándome. Un silencio que siempre he creído que me abraza en intimidad felicitándome por el bien que hice hace unos momentos en lo sucedido al salir por esa puerta y ahora regresar. Unos momentos que no se sucedieron “antes”, sino en otra dimensión. Momentos en donde entré a otra donde el tiempo no existe, y al ahora regresar a ésta otra donde el tiempo sí existe, se vuelve a engarzar al momento inmediato previo de esta otra dimensión donde sí existe el tiempo, el momento ahí donde me había salido, dándome la clarísima percepción de que no ha pasado el tiempo en el “antes” y el “después”. Más bien es haber entrado y salido de aquella dimensión donde simplemente se es, donde se está cumpliendo la misión para la cual uno es enviado, donde dejas de ser tú para convertirte en el mensaje. Regreso, y se engarza el momento previo con éste, sintiendo que solo pasó 1 o 2 minutos. De verdad, una sensación increíble. Sé que esto es real.

Esta evidencia de entrar y salir de dimensiones de la existencia es algo que claramente alcanzo a ver y que creo todos debemos estar conscientes de que existen. El reto, lo que alcanzo a ver como desafío, es que cada quien debe encontrar esa “puerta” que permite entrar a esa otra dimensión donde el tiempo no existe, sino donde eres cumpliendo una misión. Eres la misión. Hay una puerta exclusiva para cada quien. Tienes que encontrarla y tienes que atreverte a entrar. Lo que encuentres, lo que sientas del otro lado, es inaudito. Busca tu puerta y entra. Te encantará.

La dirección de Dios

En varias de mis conferencias he afirmado y explicado que si Dios tuviera una dirección donde encontrarlo sería exactamente en el cruce de dos líneas, el aquí y el ahora. Ahí encuentras a Dios. Ahí sientes su presencia, ahí te conviertes en la parte de Dios que todos somos, y precisamente por ser esa su dirección es que casi nadie lo conoce, casi nadie experimenta divinidad.

Si imaginas una línea horizontal que representa el tiempo y una línea vertical que representa el lugar, se forma una cruz donde el punto de intersección es el aquí (vertical) y el ahora (horizontal). Si llegas a ese punto y -segunda condición igual o más importante- si no sales de ahí en un rato, observas, atestiguas, sientes, experimentas y en general te conviertes en la divinidad que está siempre en ese cruce.

Paz, armonía, plenitud, felicidad, alegría, compasión total, conexión con la abundancia, entrada al aleph, estás inspirado, son experiencias de la divinidad que cualquier ser humano puede tener, tan solo si entra y se queda un rato en el cruce numinoso.

A lo largo de mi vida he estado ahí muchas veces. Al principio sin saber cómo pero llegué ahí, y con el paso del tiempo incluso ya a voluntad puedo ir a con-centrar-me en ese cruce. Y sí, efectivamente es divino! Hay clarísima conexión con \”La Fuente\”. Incluso he aprendido magistralmente a localizar ese cruce precisamente en todo escenario cuando entro desde ahí a dictar una de mis conferencias. Confieso ya abiertamente que es por ello que al conectarme en ese cruce con La Fuente, no puedo parar de hablar y yo mismo muchas veces soy parte de la audiencia. Esto, yo, soy un mero ejemplo, porque cualquier persona que esté cumpliendo con su misión existencial lo colocan en ese cruce para que la pueda cumplir desde ahí.

Ese cruce existe.

Lo que alcanzo a ver es que, si existiera la metafórica figura de \”el diablo\”, sería cualquier cosa o actividad o cualquier persona que te aleje o te saque de ese cruce. La persona posible te incluye a ti mismo con el enorme poder que todo humano tiene para realmente estar en donde piensa. Si eliges pensar intensamente o con frecuencia en cualquier evento de tu pasado o de tu futuro, para bien o para mal, te sacas tú solito de el cruce. Y ahora analiza un rato la cantidad de \”diablos\” que con maestría y con total sutileza incluso muchas veces inconsciente, te logran sacar de el cruce donde estás fundido en Dios.

Sentí el impulso de escribirte lo que alcanzo a ver en este tema y me siento bien por haber entrado unos minutos precisamente a este cruce y escribirte desde ahí. Obedecí el impulso.

Existe una enorme bendición en el poderoso hecho de concentrarse. Y aunque suene fuerte, también existe una desdicha, muchas veces ni conocida pero plena e inconscientemente vivida en la incapacidad para concentrarse. Esto es lo que alcanzo a ver.

Abrazo.

El mayor regalo como atractivo que una mujer le puede dar a un hombre

En mi vida de relación he aprendido que lo más hermoso que una mujer -o cualquier pareja, dado el caso- le puede dar a un hombre es que el hombre le vea feliz.

¿Quieres mejorar tu vida de relación? Haz lo que te haga feliz y ¡muéstrate así de feliz frente a tu hombre! Y si esa fuente de felicidad es algo que el hombre pudo hacer para ayudarte a ser feliz, ¡con más razón muéstrate frente a él feliz! Verás cómo la felicidad de verdad se multiplica. Los hombres nos sentimos atraídos a una pareja al verla feliz por algo que ella haga en forma independiente. Los hombres nos sentimos realizados al creer que hemos aportado las condiciones para que la pareja encuentre su fuente de felicidad propia.

Los mejores momentos de mi vida de relación los tengo intensamente grabados en mi ser siendo aquellos momentos donde vi a mi pareja brincar de alegría -literalmente brincar-, sonreír y fluyendo en paz en su quehacer. Algo que pocos hombres confiesan es esto precisamente: nos enamora ver a nuestra pareja feliz. Un hombre quiere estar con su pareja cuando ésta se ve feliz. ¡Y lo contrario es valedero también! De hecho, esa es la razón por la que muchos hombres se alejan de sus parejas (y empiezan a preferir a otras): empezó a mostrarse aburrida, frustrada, amargada, triste, preocupada, quejándose de todo, etc. ¡Esa es la principal razón del inicio de un distanciamiento.

El hombre se siente irremediablemente atraído por una pareja que manifieste el tremendo magnetismo de su felicidad. Y la mujer, o la pareja que sea, debe descubrir con asombro que su felicidad depende ¡exclusivamente de sí misma! Por eso una linda persona que se posee a sí misma es alguien que un hombre desea poseer, en el mejor y buen sentido del sentido del anhelo de posesión.

Nada atrae más a un hombre que la alegría de su pareja. Ni siquiera un cuerpo hiper atractivo, sexy y candente, y mucho menos un rostro bonito. Una carita hermosa acompasada de un cuerpo “buenísimo” solo se antoja para estimularse sexualmente. Es meramente reducto a cosa que se antoja usar. Exclusivamente para eso -y para muchos hombres parece suficiente por acuerdo mutuo-. Si el tiempo que una mujer emplea en el uso de sus cosméticos y vestimenta fuera equiparable al tiempo que usa para cultivarse en el desarrollo de su propio ser interior encontrando ahí una fuente de felicidad propia, la vida de esa mujer y del hombre que tenga la dicha de tenerla a su lado, sería una sinfonía de alegría y bienestar. Ese tipo de parejas empiezan a dejar de necesitar maquillaje y hermosas prendas para verse bien…, porque están bien, son el bien. Una persona feliz se antoja para estar con ella de por vida, dan ganas de ser parte de la vida de esa persona, porque la manifiesta felicidad de la pareja es el más poderoso atractivo como fuente oculta de felicidad y realización para el hombre que tiene la suerte y la dicha de tenerla a su lado.

Hoy mi parte masculina confesó lo que alcanzo a ver y a sentir en ese arte de la vida de relación.

El efecto de una carta

¡Cuánto mueve en el interior el recibir una carta de amor! Hace un buen rato que no recibía una y ayer en la noche me llegó una hermosa. Bendigo que mi trabajo y mi personaje abra la posibilidad de recibir este tipo de misivas independientemente de la clásica etapa adolescente de amoríos y romances en donde tantas ser reciben, o por lo menos, así sucedió en mi experiencia. O quizá sea cuestión de bendecir el hecho de que en mi trabajo vivo permanentemente así. ¡Cómo no amar lo que hago! Lo que inspiro en otra persona termina rebotando e inspirándome a mí. Ecos de la vida.

Cuán transformador es el efecto de recibir y leer una carta de amor. Ayer en la noche que la recibí, si la leí 5 veces, fueron pocas. Uno quiere escuchar una y otra vez esas palabras endulzadas de cariño y aderezadas de tan pura e intensa admiración. Tremendas ganas de que quien escribe estuviera ahí mismo a tu lado para voltear y engarzar las miradas, mismas que abren el paso para un beso sorpresivo y desenfrenado. Un beso que al principio pareciera ser arrebatado cuando luego de unos cuantos segundos de fundirte en él, deleitarse en el placer de que jamás fue así, no fue arrebatado, fue ansiadamente esperado y con la mayor disposición. Luego… silencio. Simplemente expandir los pulmones de suspiro tras suspiro permitiendo que un flujo de energía sin igual circule por todo el cuerpo, de mano a mano, donde en una se sostiene la carta y en la otra la mano de quien la escribió. En ese cómplice silencio, admirando el valor de la persona que se atrevió a plasmar por escrito lo que tantos tenemos miedo de evidenciar con la fuerza precisa de escribir los más puros sentimientos y sentar un antecedente que nos abre a la más plena vulnerabilidad. Admiración mutua seguida de regocijo pleno al saber que el atrevimiento tuvo buena recepción y nadie salió vulnerado, sino todo lo contrario, ambos tremendamente fortalecidos.

Eso y más, mucho más, es lo que alcanzo a ver del tremendo efecto de una carta… escrita con el corazón. Doble admiración en éste mágico acto: el escribir mismo dándole al sentir el inicio de la una dimensión física y palpable manteniendo en el eterno presente lo que pudo ser una emoción fugaz, y al mismo tiempo atreverse a escribir con el corazón, esa fuente de conexión tan directa, tan profunda y tan auténtica. Ya siendo otro día, me dispongo a volver a leer esa carta. Fantaseando con la idea que la intuición, emocionada por la esperanza, nos desliza a vivir la emocionante expectativa de pronto vivir en realidad lo que la mente imaginó y el corazón anheló.

Tal es el efecto de una carta. Mi sugerencia: Escríbele lo que sientes a aquella persona por quien lo sientes. Hazlo. Hazlo. Maravillas acercarás a la vida de ambos.