El momento en que te atreves a actuar

Cuando una persona tiene la visión alcanzando a ver la promesa y logra verla con tal claridad que empieza a sentir el resultado que podría tener al emprender, es ese el momento en que una persona se atreve a actuar.

El ser humano se mueve y emprende la acción sólo cuando ve la promesa claramente que empieza a sentir el resultado anticipadamente. La gente que no se mueve, los apáticos, los que solo se quedan observando, no alcanzan a ver con claridad, lógicamente no sienten nada. Si no hay visión no hay emoción, y si no hay emoción no hay acción. Esto es lo que alcanzo a ver luego de años y años de atreverme a emprender tantas cosas, la gran mayoría con éxito, al mismo tiempo que he atestiguado la enorme cantidad de personas que no se mueven, que no actúan, que no emprenden. La diferencia: no vieron claramente la promesa y de esa manera no sienten.

Precisamente, ese es el gran desafío de todo líder: dar ayuda para que los demás alcancen a ver lo que él sí ve. Los líderes tienen -dentro de muchas otras cosas más-: ¡Visión! Alcanzan a ver con el enorme poder sucedido de fundir su imaginación y su optimismo en una sola visión. Una visión generada por la imaginación y el optimismo engendra una emoción que hace surgir el atrevimiento para actuar.

Logrado el resultado que se había imaginado, la persona se convierte en “imparable”. El éxito es su vida cotidiana.

Detente a pensar si has alcanzado a ver con total claridad un futuro convincente en tu vida. Valora mucho tener comunicación con un líder cerca de ti que te ayude a ver. Lee biografías de gente exitosa y te ayudarás a ver. ¡Ve! Tu curiosidad podría abrirte los ojos. Ahí podría empezar todo. Busca respuestas. Aprende del que sabe. Confía.

El efecto de una carta

¡Cuánto mueve en el interior el recibir una carta de amor! Hace un buen rato que no recibía una y ayer en la noche me llegó una hermosa. Bendigo que mi trabajo y mi personaje abra la posibilidad de recibir este tipo de misivas independientemente de la clásica etapa adolescente de amoríos y romances en donde tantas ser reciben, o por lo menos, así sucedió en mi experiencia. O quizá sea cuestión de bendecir el hecho de que en mi trabajo vivo permanentemente así. ¡Cómo no amar lo que hago! Lo que inspiro en otra persona termina rebotando e inspirándome a mí. Ecos de la vida.

Cuán transformador es el efecto de recibir y leer una carta de amor. Ayer en la noche que la recibí, si la leí 5 veces, fueron pocas. Uno quiere escuchar una y otra vez esas palabras endulzadas de cariño y aderezadas de tan pura e intensa admiración. Tremendas ganas de que quien escribe estuviera ahí mismo a tu lado para voltear y engarzar las miradas, mismas que abren el paso para un beso sorpresivo y desenfrenado. Un beso que al principio pareciera ser arrebatado cuando luego de unos cuantos segundos de fundirte en él, deleitarse en el placer de que jamás fue así, no fue arrebatado, fue ansiadamente esperado y con la mayor disposición. Luego… silencio. Simplemente expandir los pulmones de suspiro tras suspiro permitiendo que un flujo de energía sin igual circule por todo el cuerpo, de mano a mano, donde en una se sostiene la carta y en la otra la mano de quien la escribió. En ese cómplice silencio, admirando el valor de la persona que se atrevió a plasmar por escrito lo que tantos tenemos miedo de evidenciar con la fuerza precisa de escribir los más puros sentimientos y sentar un antecedente que nos abre a la más plena vulnerabilidad. Admiración mutua seguida de regocijo pleno al saber que el atrevimiento tuvo buena recepción y nadie salió vulnerado, sino todo lo contrario, ambos tremendamente fortalecidos.

Eso y más, mucho más, es lo que alcanzo a ver del tremendo efecto de una carta… escrita con el corazón. Doble admiración en éste mágico acto: el escribir mismo dándole al sentir el inicio de la una dimensión física y palpable manteniendo en el eterno presente lo que pudo ser una emoción fugaz, y al mismo tiempo atreverse a escribir con el corazón, esa fuente de conexión tan directa, tan profunda y tan auténtica. Ya siendo otro día, me dispongo a volver a leer esa carta. Fantaseando con la idea que la intuición, emocionada por la esperanza, nos desliza a vivir la emocionante expectativa de pronto vivir en realidad lo que la mente imaginó y el corazón anheló.

Tal es el efecto de una carta. Mi sugerencia: Escríbele lo que sientes a aquella persona por quien lo sientes. Hazlo. Hazlo. Maravillas acercarás a la vida de ambos.