Hace dos días compro más de 10 libros acerca del Kabbalah. Nunca antes en mi vida había sabido nada de esto pero las señales de destino de estos últimos días me invitan a investigar qué es eso.
De todos los libros que hay en mi mesa, uno en especial me llama la atención: Los 72 nombres de Dios. Me llamó la atención por varias razones:
- Es un título que ya había visto hace muchos meses, cuando iba caminando por la calle cerca de donde vivo y al pasar por determinado lugar, ahí se me asomaba como diciéndome léeme. Nunca hice caso. Pero hoy me queda claro, desde aquellas caminatas, que había una invitación, un llamado, de esos que se sienten pero que al mismo tiempo uno hace caso omiso por razones que, cuando se hace caso, no se comprende mucho el por qué no se hizo caso antes.
- El diseño me invita a abrirlo. El arte con que se logró este libro me resulta atractivo. Lo que más se lee en la portada es: \”DIOS\”.
- Porque simplemente siento “el jalón”. Ya desde hace muchos años sé que un no escoge a los libros, sino que se sucede precisamente al revés.
Así, tomo el libro y lo empiezo a disfrutar en un clásico orden de apreciación: la portada, la contraportada, la segunda de forros, y la tercera. Al estar leyendo la contraportada me llamó la atención que como referencias exponen una recomendación de M. Williamson, famosa por sus conferencias basadas en Un curso de milagros. Ahí dije: “Entonces, al igual que me está pasando, otros afamados conferencistas también leen esto”. Me gustó ver esa referencia, me hizo sentir bien. Luego, cuanto llego a revisar la cuarta de forros, contra toda lógica, al mover mis ojos sobre la hoja inmediata previa, lo que corresponde a la última página del libro, me encuentro con una dedicatoria. ¿Una dedicatoria en la última página de un libro? Muy extraño que se ubicara ahí, pero… ahí estaba, donde mis ojos calleron. Me invadió una emoción indescriptible que recorrió todo mi cuerpo en segundos cuando leí:
“Para Alex, que la Luz revelada por este libro te protega,
te retorne a casa sano y salvo, y traiga el fin de la violencia
al mundo”.
¿¡¡¡”Para Alex…”!!!?
¡Dios! Mis ojos leyeron y releyeron esa dedicatoria varias veces. En cada ocasión sentía un golpe en mi interior. Un amoroso golpe, una clara invitación.
Más adelante, cuando pude volver en mí y atreverme a iniciar su lectura, el autor cita, a manera de epígrafe de apertura de todo el libro, a Paracelso, uno de los padres fundadores de la Medicina occidental (¡donde una vez más me siento identificado como médico que soy!), y leo:
“Todos ustedes… que ven tierra más allá del horizonte, que leen misivas y libros sellados y ocultos, que buscan tesoros enterrados en la tierra y en las paredes, ustedes que enseñan tanta sabiduría, tantas artes superiores: recuerden que deben hacer parte de ustedes las enseñanzas de la Kabbalah si pretenden lograr todo esto”.
Una vez más, tuve que dejar el libro momentáneamente para asimilar la contundente y clara invitación.
La acepto.
Me está invitando, con todo y dedicatoria… esto es lo que alcanzo a ver.
Alejandro Ariza.
PD: Y sé que Paracelso, junto conmigo en esta texto también, estamos haciendo extensiva la invitación para… \”Todos ustedes que ven […] más allá del horizonte…\”
Muchas Felicidades Alex. Qué mensaje tan claro, qué invitación tan directa. ¿Estás trascendiendo?Enormes Honor y Privilegio. Que DIOS te Guíe y te Bendiga.
JOHANNA: Gracias por tus comentarios. Y pues… ya veré qué pasa. Lo único que sé es que me siento como pocas veces en mi vida. Eso sí, con gran… ¡Emoción por Existir!