Hoy terminaron las olimpiadas y, para mí, fue demasiado el despliegue de energía y de algo más que por ahí noté. Durante años nunca he visto las olimpiadas con la frecuencia que en esta ocasión las vi. Éstas las vi en el partido de la final de futbol de Mexico y ocasionalmente en algunos deportes que se aparecían en pantallas de restaurantes a donde asistía y la ceremonia de clausura en un 90%. Luego de pasar más de 20 años de no ver nada de televisión, estas horas fueron demasiadas para mí. Hace cuatro años la gente me preguntaba acerca de las olimpiadas y mi silencio era la norma. Hoy, sin darme cuenta, el inconsciente colectivo me envolvió y alcancé a ver algunas horas de este evento, pero tantas de la clausura, que detecté perfectamente cómo me aturdió. Demasiado despliegue de “energía y show”, para mí que nunca veo televisión, fue demasiado de verdad. Además, noté con cierta angustia cómo habían rituales muy extraños y simbolismos muy pesados. Todo ello, me aturdió. Mi solución: guardar total silencio y diseñar un espacio de total soledad en mi hogar durante horas. Apenas terminó mi solución y detecto perfecto cómo mi terapia continúa al sentir mi deseo de escribir en este espacio que he diseñado para compartir lo que alcanzo a ver, reflexiones más personales expresadas en el placenterísimo acto de escribir.
Cuando en tu centro eliges la paz y la armonía en tu vida, definitivamente ya no puedes con fuentes de información que te saquen de ese centro. Y cuando, por alguna extraña razón, te sales de ese centro, lo detectas de inmediato y buscas cómo volver. Creo que el problema es que cuando te sales de tu centro caigas en la inercia pública del factor “común” que te saca de él. Sugiero que te atrapes cuando sientes perfecto que no estás en tu centro y hagas lo que tengas que hacer (normalmente uno sabe cómo, y cada quien sabe su como) para regresar a donde hay paz y armonía.
Aléjate de la televisión y acércate a la lectura de buenos libros. Esta suele ser una estrategia valiosa, sencilla y accesible.