En varias de mis conferencias y ahora en mi más reciente libro, Calidad de vida, he explicado ampliamente que los resultados que uno desea son consecuencia de la acción. A su vez, la acción es consecuencia de la emoción…, pero ¿por qué algunas personas se emocionarán tanto por emprender y cristalizar una idea que tuvieron y otras no? Vamos, sé que algunas personas ni ideas albergan, y de las pocas que sí, sólo algunas se emocionan al grado de hacer lo que tengan que hacer para cristalizar esa idea en realidad. ¿Cuál será el secreto de esos “hacedores”?
Yo creo que el secreto está en descubrir el origen de su emoción. Y aunque varias veces me he puesto a pensar en esto, solo algunas veces atino a suponer que el origen de esa emoción está ¡en la imaginación! Lo que que llega a ver una persona en su interior, algo que nadie más podrá ver, le es suficiente para emocionarse y empezar a actuar. ¡Ese es el santo y seña! ¡Imaginar! Es el poder de visualizar, ver lo que los demás todavía no. Y solo hasta que una persona se imagina un futuro extraordinario, ¡de esas imágenes que ve en su interior proyectadas hacia afuera, es que surge su poder! Imaginar ya es empezar desde el final. ¿¡Ya viste el enorme poder que puedes desarrollar mediante la imaginación?! El tema de la imaginación es más delicado y trascendente de lo que imaginas. Necesitas imaginar para atreverte a hacer, necesitas imaginar para atreverte a emprender, necesitas imaginar para experimentar la felicidad de la creación, una manifestación divina en el humano.
Para que tu imaginación sea eficaz necesitas tres cosas esenciales:
1. Detenerte a pensar
2. Imaginar con gran claridad los resultados
3. Emocionarte por lo imaginado
1. Detenerte a pensar.- Es imposible que imagines si no te das el tiempo para ello. Y aquí déjame ser enfático: jamás llegará el tiempo, tú tienes que crearlo. Nunca esperes a “…luego, al ratito que encuentre un huequito”. No, los huecos en la agenda nunca llegan, no aparecen como generación espontánea, tienes que planificarlos, tienes que reservar un tiempo específico en tu agenda para detenerte. Para detenerte a pensar. Detenerse a pensar es más valioso de lo que la persona común puede suponer. ¡Es trascendente! Los grandes momentos de creación han surgido por detenerse a pensar, por abrirle las puertas a la imaginación, eso significa darte el tiempo para imaginar, eso significa hacer un espacio en tu agenda reservado para imaginar. Mis sugerencias para crear ese espacio en tu calendario, este trascendente espacio para detenerte a pensar, son las siguientes:
– Procura un horario de total silencio. Por ejemplo, un espacio de 15 a 20 minutos entre las 4:00 am y las 7:00 am. Esas horas del día son fantásticas para detenerse a pensar, además de que no sueles interrumpir otras actividades programadas a esas horas.
– Procura un lugar donde puedas estar solo. Las decisiones más importantes de tu vida las tienes que tomar tú solo. ¡Enteramente solo! Pensar no es una actividad colectiva. Tu vida no debe decidirla alguien más que tú. Busca un lugar que pronto se convertirá en tu santuario.
– Crea un ambiente digno para detenerse a pensar y abrirle así las puertas a la imaginación. En mi caso, mi despacho y a momentos mi sala son mis lugares ideales. Coloco mi difusor ultrasónico para ambientar con aromaterapia, encantándome el aroma de sándalo y de vez en cuando el de eneldo. Tengo cerca alguna figura que me inspire (religiosa o artística) y las condiciones físicas de mi asiento es procurando una enorme comodidad, así como mi manera de vestir. La comodidad es una resbaladilla para la imaginación.
2. Imaginar con gran claridad los resultados.- También en varias de mis conferencias he expresado que claridad es poder. Mientras más claro veamos algo, más fuertemente deseamos tender hacia ello. Ahí radica el poder de la claridad. Si “medio nos imaginamos”, mediana será la emoción por hacer y su poder se desvanecerá casi de inmediato por la misma causa. ¡Necesitas imaginar con gran claridad! Tienes que imaginar con colores, sonidos, texturas, figuras, circunstancias, hechos, relaciones, ¡consecuencias de ese resultado imaginado!, afectación en tu salud, en tu economía, en tu familia, en la sociedad. Todo ello lo debes ver claramente en tu interior, es decir, imaginarlo. Y aquí viene algo trascendente, para que surja un enorme deseo en ti por hacer, por emprender, tienes que…
3. Emocionarte por lo imaginado. Si tu resultado es bajar de peso, no es lo mismo imaginar que tienes menos panza… y ya, a imaginar la extraordinaria e inigualable sensación y alegría de entrar a la ropa que tenías guardada desde hace mucho tiempo y que para colmo es una ropa hermosa y fina, y ahora quedándote hasta holgada. No es lo mismo imaginar bajar de peso así sin más, casi solo imaginando un simple número en la báscula, que imaginar un encuentro repleto de sana locura, pasión y desenfreno en una relación con alguien hermosa, digno merecimiento del cuerpo que ahora tú también muestras. No es lo mismo creer que se está imaginando un lugar muy agradable donde vivir, cuando al mismo tiempo no vemos dentro de nosotros mismos las características de ese lugar, (confundimos el deseo con la imaginación), que imaginar realmente el recinto con su tamaño, tipos de texturas, aromas, luz, personas a las que beneficiaríamos, alegría por doquier estando en ese lugar, etc. ¿Ves cómo todo cambia cuando imaginamos algo emocionante? Cuando te emocionas por lo que imaginas, ¡de inmediato empieza nuestro cerebro a hacerse una de las preguntas más poderosas que puede empezarse a hacer… “¿Cómo?”. ¡Y esa es la puerta al emprendimiento! Esa pregunta es poderosísima, porque basta hacérsela el número suficiente de veces para que la respuesta aparezca. Cuando la respuesta aparece sucede el culmen de la emoción, la chispa que enciende la acción concreta. Ahí la persona, al fin, empieza a emprender… ¡empieza a crear!… ahí el humano goza el éxtasis de su semejanza con Dios, el creador.
Ahora ya será cuestión de tiempo de que veas cristalizado en realidad tangible lo que antes solo imaginabas con emoción. Ese tiempo dependerá de tu pasión, de tu deseo ardiente o ferviente por ya ver tus pensamientos materializados. Esos momentos son éxtasis vitales. Esos momentos son indescriptibles e incomparables con ningún otro gozo de tantos que nos ofrece la vida. Ni el placer culinario ni el gozo sensual es equiparable el enorme gozo de la creación. Pregúntale a un escultor, a un arquitecto, a un escultor. El autor de una obra conoce lo que es dar vida, el autor de una obra experimenta una incipiente chispa divina en su interior, la chispa de la semejanza con el creador y su infinito amor por y en el proceso.
¡Imagina! ¡Emociónate por existir… creando! No te pierdas esta dicha de ser humano tocando tu divinidad. Detente a pensar, imagina y emociónate al grado que no tengas más opción que emprender ya, aquí y ahora.
¡Emoción por existir!
–Alejandro Ariza.
¡Me encantó! Alejandro, gracias por compartir esta información tan valiosísima. Del imaginar al hacer, muy atinada esa parte de la emoción que nos permite crear. Esa emoción como cuando recibimos un regalo, cuando logramos un objetivo pequeño o grande. Una emoción como cuando nos graduamos o tenemos un hijo, creo que vale la pena recordar algunos eventos importantes de nuestra vida y esa misma emoción aplicarla a nuestra imaginación.
Mary: gracias por tus comentarios.