Si un lápiz tuviera conciencia de su actividad, sentiría un enorme e indescriptible gozo de saber que la verdadera intención del mensaje es algo que “pasa a través de él” sin conciencia del esfuerzo por crear ya que ese no es suyo; un lápiz sólo podría admirarse de lo que sale a través de él observándolo en el papel como la obra terminada. Un lápiz así viviría constantemente en el asombro y en la gratitud de vivirlo sabiéndose usado para tan gran resultado.
Si el lápiz tuviera ego empezaría a sentir el esfuerzo de tener que hacer algo para escribir ese gran mensaje. El lápiz con ego realizaría la actividad de escribir y muchas veces le costaría esfuerzo y preocupación.
El lápiz sin ego es un lápiz inspirado, donde la acción que realiza sucede a través de él, mas consciente de que no es él quien la realiza, sino quien solo experimenta el gozo de atestiguar, haciendo sin esfuerzo, la realización de la tarea.
Aunque para la mente común esto puede resultar difícil de entender, es así como funciona realmente el ser humano teniendo como analogía a la persona con el lápiz. La acción implica que con la mente se haga un plan y se ejecute, donde siempre habrá estrés y esfuerzo por lograr. La inspiracción, la actividad inspirada, es donde no se es consciente de ningún esfuerzo y todo lo que se experimenta es gozo y asombro ante lo logrado como prosperidad sucedida. Ser un lápiz escribiendo por inspiracción es cuestión tan solo de escuchar y obedecer lo que tu corazón te dicta. Obedece y el gozo sin esfuerzo sucederá. Existe.
-Alejandro Ariza.